Las granjas argentinas aprovechan la pandemia para ajustar protocolos sanitarios

El país goza de una muy buena situación sanitaria en sus granjas de pollos y gallinas ponedoras, lo que le permite al sector pensar en el crecimiento.

Hasta la irrupción del Covid-19 en la Argentina, la sanidad avícola estaba bien, respecto del control de las enfermedades habituales. “No había nada raro o destacable. Se mantenían las clásicas como salmonela, colibacilosis; otras virales (que afectan diversos órganos y tejidos del organismo y provocan fallas generales) como bronquitis infecciosa, laringotraqueitis y enfermedad de Gumboro, y otras parasitarias como coccidiosis (insidiosa y subclínica), la más conocida en la avicultura por los efectos económicos que produce”.

Así lo cuenta el MV Mauricio De Franceschi, Director de la Especialización en Producción Avícola de la Universidad Nacional de Luján (UNLu) y uno de los referentes más reconocidos en sanidad avícola en la Argentina. A las mencionadas patologías, agrega que se mantienen en el país otras dolencias de las aves como la hepatitis a cuerpo de inclusión (virosis que produce infección hepática y afecta la productividad del animal) y la anemia infecciosa (que disminuye los glóbulos rojos y produce pérdidas productivas).Pero más allá de este cuadro de situación que no cambió sustancialmente con la pandemia del coronavirus, De Franceschi aclara un dato central: “La avicultura no tiene una enfermedad que la caracterice sino un conjunto de factores que dependen del manejo, del ambiente y la bioseguridad de las granjas, que determinan la aparición de cada enfermedad específica”, si hay fallas en la gestión de los galpones de pollos parrilleros o de gallinas ponedoras.

En este sentido, el especialista reconoce que la salmonelosis (enfermedad de reproductores y ponedores provocada por la bacteria Salmonella gallinarum, registrada mayormente en aves adultas, provocando diarrea o como portador asintomático), debería estar mucho mejor manejada. Esta condición se repite fundamentalmente con otras salmonelas como S. Enteritidis, que pueden transmitirse al hombre como infecciones alimentarias. Para evitarla habría que ser mucho más estricto de lo que se es en bioseguridad. En reproductores hay mucha bioseguridad, pero en las ponedoras hay productores que no la respetan demasiado. De hecho esta enfermedad amerita una materia específica en la especialización que De Franceschi dirige en la UNLu.

Bioseguridad

Ahora bien, ¿qué significa bioseguridad? “Son las prácticas de manejo y sanitarias para evitar la presencia de contaminantes en las granjas, en las plantas de faena, de incubación y en todas la etapas de la cadena productiva. Esto era lo que más preocupaba a los productores y técnicos antes del Covid-19, porque no se respetaba al ciento por ciento. Esto pasa si hay un galpón abierto y entran aves silvestres contaminadas, si en una planta de alimentos hay roedores o si hay muchos operarios que, al llegar a la granja, no se cambien el calzado y se vistan con ropa de trabajo adecuada”, precisa De Franceschi.

Al llegar el Covid-19, todas estas normas se han aplicado con mayor exigencia, extremándose el uso de los protocolos, no solo para beneficio de la producción, sino para el bien de las personas. En este sentido, es real que hace años que la producción avícola industrial ya venía muy bien plantada en el aspecto de la bioseguridad.

Es probable que, seguramente, como todo en la Argentina, la irrupción de la pandemia haya servido para ajustar algún aspecto pasible de mejora, pero al decir de De Franceschi, “la avicultura argentina es un ejemplo de lo que hay que hacer -y esta circunstancia y que tenga normas estrictas de bioseguridad que se respetan bastante- es lo que hay que replicar para prevenir el Covid-19 a nivel humano”.“Somos pioneros en prevenir enfermedades. Las que existen no afectan significativamente a la producción.

La mayoría están relativamente controladas a nivel nacional, con lo cual en el país somos libres de la enfermedad de Newcastle (Argentina la sufrió mucho y la erradicó con vacunación, a fines de la década del ’80, lo que le permitió empezar a exportar) y de influenza aviar, que Argentina nunca tuvo, lo que le permite tener un estatus sanitario único. El coronavirus marcó un mayor celo en la bioseguridad y probablemente ese celo continúe luego de superada la pandemia” pronostica De Franceschi .

Primas hermanas

A propósito de las enfermedades existentes, cabe recordar que la bronquitis infecciosa de las aves es un coronavirus, que se previene con vacunas que se aplican en las plantas de incubación, en una única dosis que se da rociando con un spray a los pollitos bebés recién nacidos, en un gabinete especial dispuesto para esa operación.“Es un virus muy mutante y es una preocupación de la industria avícola. Es una de las enfermedades que a la Argentina le preocupa. Los virólogos y veterinarios avícolas estamos familiarizados con este tipo de infección. Para el concepto de ‘una salud’ (que unifica la animal, la humana y la ambiental) corremos con la ventaja de que sabemos cómo es la enfermedad, cómo actúa y como orientar a la comunidad para enfrentarla”, explica el especialista.

A las patologías virales existentes en el país se suma la enfermedad de Gumboro, que produce inmunosupresión y afecta a pollos jóvenes, la cual se puede prevenir con la vacunación en el huevo, en las plantas de incubación.Respecto de la coccidiosis (parasito protozoario unicelular que afecta al intestino, produciendo inflamación, disminuye la absorción de nutrientes y se presenta entre los 15 a 35 días, etapa de pleno crecimiento del pollo), esta enfermedad existe en la Argentina como en todo el mundo. Aún vacunando, se presenta en forma subclínica. Se han desarrollado desde siempre productos antibióticos y últimamente naturales como los herbales, que se dan con el agua de bebida, que logran un control eficiente y junto con las vacunas logran que la enfermedad se presente en ocasiones de manera subclínica.

Amenazas

“La amenaza que tiene la avicultura, al igual que antes del Covid-19, es que reaparezca la enfermedad de Newcastle o llegue la influenza aviar.

Todas las medidas extremas que se tomen en humanos y animales es posible que limiten aún más la probabilidad que aparezcan”.

En tiempos de incertidumbre sanitaria y de nuevas realidades que llegarán, o que ya el mundo está transitando, es más que oportuna la aclaración de De Franceschi: “No hay ningún riesgo que la producción avícola industrial, tal como se desarrolla en la Argentina, provoque ninguna enfermedad a los seres humanos, a excepción de alguna salmonella, no específica de la gallina, que podría afectarlos, si la carne o el huevo están contaminados”.

Finalmente, De Franceschi destaca que “muchas vacunas de uso veterinario avícola se desarrollan con tecnologías de producción que luego son aprovechadas por la medicina humana” y que “la avicultura también es pionera en el diagnóstico de enfermedades”, actividad en la que destacó la tarea que realiza el Laboratorio de Patología Aviar, del INTA Concepción del Uruguay, Entre Ríos, que actualmente está habilitado para hacer diagnóstico de PCR, para determinar Covid-19.

Fuente: clarin.com

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